El asco: el guardián visceral de nuestra integridad

Montserrat Pérez
By -
0

 




Hay emociones que no se piensan, se sienten con todo el cuerpo. 

El asco es una de ellas. 

No pide permiso para aparecer. 

Llega con una sacudida física, un rechazo casi instintivo que eriza la piel, que cierra la garganta, que nos impulsa a alejarnos. 

El asco es radical. 

No duda. 

No negocia. 

Su mensaje es claro: esto no lo quiero dentro de mí.



Y aunque muchas veces lo relacionamos solo con olores o sabores desagradables, el asco va mucho más allá de lo físico. 

También sentimos asco frente a actitudes, palabras, miradas, situaciones que vulneran nuestros valores más profundos. 

Es una emoción protectora, un filtro que nos ayuda a mantenernos íntegras, limpias por dentro, alineadas con nuestra esencia.

En términos energéticos, el asco es una alarma que se enciende cuando algo atenta contra nuestra dignidad o cuando cruzamos un límite que nuestro cuerpo no puede tolerar. 

Y aquí hay algo importante: no siempre es el mundo el que nos genera asco. 

A veces, es hacia nosotras mismas. 

Es un juicio feroz que aparece cuando nos desconectamos de nuestra verdad, cuando traicionamos nuestros propios principios, cuando hacemos o decimos algo que va en contra de lo que realmente somos.

El asco puede doler. 

Porque no solo nos distancia de lo externo, sino que muchas veces nos muestra nuestras propias sombras: las partes de nosotras que no hemos querido mirar, que hemos escondido bajo capas de perfección, de complacencia, de silencio. 

Pero también por eso es valioso. 

Porque nos señala con claridad lo que necesita limpieza emocional, lo que no debe seguir adentro, lo que debe ser sanado o transformado.

Reprimir el asco nos enferma. 

Lo que no expulsamos, se queda dentro haciendo nido. 

Por eso, permitirnos sentirlo es también un acto de higiene emocional. 

No para reaccionar con violencia ni desprecio, sino para comprender qué nos está diciendo. 

Tal vez necesitamos poner distancia. 

Tal vez decir un “no” que llevamos demasiado tiempo callando. 

Tal vez reconocer que estamos habitando un lugar que ya no nos corresponde.

El asco también tiene relación con el placer. 

Porque si aprendemos a escucharlo, a respetarlo, a usarlo como brújula, nos ayuda a elegir con más precisión lo que sí queremos, lo que sí nos enciende, lo que sí merece ser parte de nuestra vida. 

En el rechazo hay una afirmación escondida: cuando digo “esto no”, estoy creando espacio para un “sí” más genuino, más limpio, más auténtico.

En el proceso de coaching emocional, trabajamos el asco no para apagarlo, sino para decodificarlo. 

¿Qué valores se sienten amenazados? 

¿Qué parte de tu historia se activa con esta sensación? 

¿Qué necesitas expulsar para volver a sentirte en paz contigo misma?

El asco no es debilidad, ni exageración. 

Es una sabiduría profunda, corporal, visceral. 

Es la voz del instinto que aún recuerda cómo protegernos cuando todo lo demás falla.

Honrar esa voz es empezar a recuperar el respeto por nosotras mismas.


Y desde ese respeto, renace el placer de habitar nuestro cuerpo con dignidad, de elegir sin culpa, de vivir sin traicionarnos.




;)


Publicar un comentario

0Comentarios

¡Hola! Comenta para que podamos conocer tus opiniones. Muchas gracias.

Publicar un comentario (0)

#buttons=(Ok, Go it!) #days=(20)

Nuestro sitio web utiliza cookies para mejorar su experiencia. Learn more
Ok, Go it!